‘Comprar o no comprar, esa es la cuestión’.
Uno de los mayores desafíos del ahorrador es sin duda enfrentarse a uno mismo. Tenemos una gran facilidad para engañarnos y auto-convencernos de que realmente necesitamos un producto. ¿Es posible evitarlo? ¿Podemos distinguir una verdadera necesidad de un simple deseo? Lo cierto es que no es fácil.
En mi opinión el primer paso es reconocer que en realidad el ser humano tiene muy pocas verdaderas necesidades. Debemos admitir que las mayoría de las cosas que obtenemos son prescindibles. E incluso entre estas, hay muchas que son además de prescindibles son dudosamente útiles pues prácticamente no las usamos. Sería interesante hacer un experimento. De todos los artículos que tenemos en nuestra casa (ropa, aparatos electrónicos, libros…) ¿Cuántas son los que hemos usado a lo largo del último año? La respuesta a este examen sería sorprendente si pudiera realizarse de forma exhaustiva.
Así, parto de la base de que cuando hablo de necesidades, me refiero a necesidades relativas. Pero partiendo de esa realidad, antes de adquirir un producto, e independientemente de que lo que se tenga que pagar sea mucho o poco, un ahorrador es necesario que siempre se haga una pregunta: ¿realmente lo necesito?
Debemos tener en cuenta que constantemente estamos siendo bombardeados por publicidad directa e indirecta que está eficazmente diseñada para crearnos necesidades. Poco a poco, y en muchos casos de forma inconsciente, se va grabando en nuestra mente la idea de que realmente necesitamos cierto producto para… ser felices… sentirnos realizados… no ser unos fracasados…
Requiere un esfuerzo consciente recordarnos que después de experiencias similares adquiriendo otros productos, nuestra vida no ha cambiado, no ha mejorado.
Evidentemente no quiero decir que uno no pueda darse un capricho de vez en cuando, o muchas veces si uno se lo puede permitir. Pero cuando lo hagamos que sea conscientemente, “voy a darme este capricho por que puedo permitírmelo”, pero no nos engañemos diciéndonos “¡es que lo necesito!”. Si lo hiciéramos así estaríamos siendo objeto de la manipulación de los sistemas publicitarios que nos rodean, estaríamos engañándonos y difícilmente conseguiríamos alcanzar nuestros objetivos de ahorro.